Nos fuimos con el Rey del Catre a conocer los emblemáticos Baños Puerto Vallarta, un lugar de encuentro gay en una de las alcaldías más
populares de la Ciudad de México; entérate que fue lo que descubrimos en esta
visita.
“México es la ciudad en donde lo
insólito sería que un acto, el que fuera, fracasase por inasistencia. Público
es lo que abunda, y en la capital, a falta de cielos límpidos, se tienen, y a
raudales, habitantes, espectadores, automovilistas, peatones”.
Carlos Monsiváis.
Llegue por alguna de esas publicaciones de redes sociales,
promoviendo el lugar. Un domingo por la mañana, como es tradición desde hace
muchas décadas; cuando abundaban las vecindades y cuartos de alquiler, que sin
tener baño propio, obligaban a sus habitantes a visitar algún baño público de
la ciudad.
En la segunda década del siglo XXI, los conjuntos habitacionales
del Infonavit y demás constructoras que logran a uno enterarlo de la vida,
secretos y modos vivendis de los
vecinos de al lado y escuchar, cuando el marido de la vecina de arriba, llego
“ganoso” del trabajo, por incesante rechinar de su cama. Esos nuevos espacios
urbanos, dieron forma a nuevas forma de convivencia, pero cerraron otras, como
los baños públicos, que al tener baño propio
ya no era indispensable asistir al clásico: “solo me baño los sábados”.
Los caídos por las nuevas formas de cotidianidad urbana, fueron
los Baños Mina, los Xola, los Baños de Elena y un sin fin de baños públicos que han cerrado, por
falta de citadinos buscando un espacio donde asearse y disfrutar un momento de
ocio y convivencia.
Los últimos baños de la Ciudad de México, herederos de los baños
de Moctezuma, son los que han integrado algunas prácticas “diversas” a sus
servicios. Y dignamente, sin ningún reparo se anuncian como “sauna gay”.
Mi primera visita a uno de ellos fueron los Baños Finisterre en la Colonia San Rafael, donde fui invitado por
un adonis que era frecuente a ese lugar. Luego de un tiempo de asistir y
encontrarme cada quincena, a la misma gente. Decido visitar otro espacio, con
interés de conocer nuevos lugares, así fue como llegue a los Baños Puerto Vallarta, en Iztapalapa.
Sabiendo que por la zona debería encontrarme a los herederos de
Moctezuma, además de chacales, trabajadores y personajes de otro tipo, a los
que les gusta un modo de vida más auténtico y sin las plumas, linaje y pose de
otros lugares.
En los Baños
Puerto Vallarta descubrí
un lugar que recién remodelado, que sí es el clásico baño público, con su
peluquería (por cierto cerrada), su taquilla o caja, donde aún te entregan su
ticket como si entraras a un viejo cine, sus cubículos o casilleros personales,
donde dejas tus pertenencias cuando “el que atiende” te entrega una pequeña
toalla para cubrir tus partes íntimas.
Al fondo, se encontrará la puerta que lleva a la diversión, al
encuentro y a descubrir una de las prácticas que se están volviendo habituales
dentro de la comunidad homosexual en México. El área común, con regaderas al
lado derecho e izquierdo, con bancas y mesas de masajes al centro, te permiten
seguir caminando al fondo, donde descubrirás el sauna “seco” en el salón
derecho y el vapor del lado izquierdo.
Amplias habitaciones con un pequeño descanso para sentarte y empezar a
interactuar, en dichos espacios bien caben sentados más de 30 personas en cada
uno.
Como en todo lugar, de este tipo, encontrarás los chacalitos,
los señores mayores que con sus prominentes panzas, maduros con buen cuerpo y
jóvenes buscando nuevas experiencias.
Llegue un domingo al medio día, el “ambiente” era muy discreto y tímido
en algunos visitantes.
Hasta que un maduro, de unos 55 años con una panza prominente
invita a un joven no mayor de 20 años a estimular su falo con su boca, dando
comienzo a miradas más provocativas de los demás visitantes. La primera
impresión de la escena, para mí, era que el señor debía ser algún comerciante
de la zona, por su forma de caminar dentro de la sauna y la forma de observar a
los demás, tomaba a alguno de sus empleados, un joven recién iniciado, con un
cuerpo esculpido por el trabajo rudo y algunas horas de gimnasio.
El joven
chacalito estaba por demás sabroso para degustarlo. Lo interesante no paraba en
que este “sugar daddy” dejaba ver el
culo del chacalito y como le estimulaba con los dedos el ano. Sí no que el
mayor invitada a alguno de los presentes a integrarse a la escena.
Tal parecía, que el señor pasaba de “dulce papi” a promotor del
joven, cuyo cuerpo, cual lienzo tenia algunos tatuajes. Así pasaron varias escenas y los actores, repetían
el acto, con algún otro integrante.
Entre uno y otro, el joven le pedía permiso al maduro, de pedir al mozo
una michelada para “la calor”.